De todo,
quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de
que había que seguir y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar.
Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída, un paso de danza,
del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda...un encuentro.
Fernando Pessoa
Gracias a las personas que he
encontrado durante mi paso por los dispositivos de rehabilitación psicosocial
he podido conocer más a fondo la experiencia psicótica y la devastación que
puede llegar a producir; también he podido conocer el acompañamiento útil que
los profesionales podemos ofrecerles durante la recuperación.
El
trabajo se basa en las necesidades y el sistema de valores reconocidos por el
paciente y, es a partir de éstos desde dónde se van planteando los objetivos.
El terapeuta trata de acompasar, de sintonizarse con el otro y desde ahí, invita
al movimiento hacia adelante, a probar nuevas formas de continuar con la vida, sin dejar de estar en horizontal, al lado de
un igual. El camino hacia la recuperación es un proceso ÚNICO E IRREPETIBLE,
cada persona puede aventurarse a descubrir el suyo.
Ha sido
vital observar e ir interiorizando un estilo terapéutico basado en la
coconstrucción de un vínculo basado en la CONFIANZA. Esto es especialmente
delicado cuando trabajamos con personas que han vivido una crisis psicótica, ya
que la propia ruptura personal dificulta su capacidad para conectarse con el
otro.
Muchas
veces los profesionales creemos que, por el hecho de serlo y ocupar un rol
laboral, tenemos derecho a que los pacientes respondan a nuestras preguntas y
agarren la mano que les ofrecemos; ésta falta de humildad impide la relación y
por tanto cualquier tipo de “cura”.
Al
principio sólo somos extraños, incluso invasores de un espacio personal que
además, encierra un gran dolor, debemos de ser conscientes de cómo nos percibe
el otro y poco a poco ir intentando sincronizarnos, para poder APRENDER DE ÉL y
con él. ESTAMOS A SU SERVICIO y no al revés. Debemos cuidarnos de nuestro ego,
centrarnos en el otro, y por supuesto superar la dañina lucha de egos que con
frecuencia se da entre profesionales.
Poco a
poco mediante el aprendizaje en la residencia y otras áreas de mi vida, voy
siendo consciente y trabajando mi capacidad para vincularme, para desarrollar
una ACTITUD EMPÁTICA, RESPETUOSA, CÁLIDA, DE ACEPTACIÓN INCONDICIONAL Y
AUTENTICIDAD, creo que éste desvelamiento no acabará nunca, hoy puedo decir que
continúo con ganas y hacia adelante. Es curioso que estas actitudes parezcan
simples y obvias y a la vez infinitas y complejas.
Nuestra mirada como terapeutas, ha de ser una
mirada respetuosa y AMPLIA a los seres humanos en su complejidad, que permita
hacer visibles, fortalezas psicológicas, cualidades y capacidades en los
sujetos objeto de nuestra atención, en sus familias, y en las personas
identificadas como importantes o significativas por y para ellos. Cuando
ajustamos y enlazamos diversos
procedimientos como un medio para conectar con intereses significativos,
estamos propiciando sensaciones de competencia, protagonismo y autoría, que
pueden ser optimizadas en el proceso de acompañamiento hacia contextos
naturales. Y desde una distancia que favorece el aprendizaje proximal,
propiciamos que las experiencias vividas puedan ser puestas en palabras, y sean
interiorizadas como experiencias personales y positivas de éxito. Esta forma de
proceder, a través de diversos espacios y contextos, facilita que el encuentro
con uno mismo pueda vivenciarse como una realidad.
Con frecuencia decimos que la psicosis es una
ruptura con la realidad, con el mundo exterior, un alejamiento de los
significados compartidos y una regresión donde los significantes se separan de
la esencia de las cosas. Con lo experimentado hasta aquí, me doy cuenta de que
lo que en realidad se pierde es el contacto con la SINCERIDAD hacia uno mismo;
los propios pacientes reconocen que sus experiencias vitales son más dolorosas
que su realidad psicótica.
Me doy
cuenta de que todo influye, he aprendido a analizar detalles que en otras
ocasiones podrían pasar inadvertidos, también a enfocar la atención en poder de
lo no verbal y utilizarlo. El terapeuta utiliza un estilo de comunicación que
le permite transmitir al paciente su convicción de que es capaz de alcanzar,
gracias a su esfuerzo y habilidades, los objetivos que él mismo ha elegido. De
esta forma se les ayuda a asumir la RESPONSABILIDAD de sus propias vidas,
dejándoles claro que solamente recibirán ayuda cuando realmente quieren
conseguir algo implicándose desde una posición proactiva, pero no recibirán
ayuda cuando prefieran acomodarse de forma rentista, ya que son ellos los que
deciden las metas y la posición que adoptan en su vida.
La
intervención no se centra tanto en analizar el contenido de los delirios y las
alucinaciones, ni las experiencias traumáticas vividas, sino que se centra en
sus potencialidades, sus fortalezas, su parte más sana. Sólo en la medida en
que van mejorando se pueden ir abordando los síntomas de la enfermedad y las
experiencias negativas, siempre que se considere que esto pueda ser útil para
su recuperación. Señalo la importancia del trabajo con las experiencias infantiles, éstas son claves; aunque no son la
única clave.
Otra
característica importante de este tipo de intervención es que se procura
incorporar en todo momento contenidos que se conecten con sus intereses, sus gustos, de forma coherente con su
psicobiografía. Se trata de intervenir sin que parezca que estamos
interviniendo, de forma que, mediante modelado y aprendizaje vicario, puedan ir
incorporando a su repertorio diversas habilidades de un modo más ecológico.
Este tipo de intervención transversal es especialmente eficaz en este tipo de
pacientes, ya que el aprendizaje más implícito apenas está afectado.
Observar
y participar de este tipo de intervenciones me ha revelado una nueva forma de trabajar
que considero muy útil; podemos trabajar con cualquier suceso presente,
implementando en la vida cotidiana la co-construcción de una identidad más sana
y coherente. Es importante ocuparnos de TODO lo que implica la vida, desde lo
que aparenta ser más superficial, hasta lo más profundo. Me recuerda a una
especie de la microcirugía, debemos ser cuidadosos, consientes de lo que
procuramos, concienzudos y escrupulosos en las palabras y los movimientos y por
supuesto reconozco que todo esto es posible si el terapeuta confía en la
recuperación, en el otro y en sí mismo.
Las vivencias en el
ámbito de la recuperación del TMG me han ayudado a tomar conciencia de cómo puedo
utilizarme a mi misma y a los equipos de trabajo como instrumentos respetuosos
favorecedores de experiencias positivas y así sanar y sanarnos. Me gustaría
comentar la importancia del análisis de la contratransferencia,
tuve una experiencia que quizás estaba bloqueando el trabajo con un usuario del
centro. Se trataba de un varón de 39 años en silla de ruedas por tener una
paraplejía consecuencia de un intento de suicidio; esta situación me generaba
sentimientos de pena y en parte compadecimiento. Al través del darme cuenta de mis sentimientos
pude elaborar que era una manera de infravalorarlo, y que esto podía limitar su
desarrollo, trabajé en la dirección de verlo como una persona capaz,
responsable de su vida y de su bienestar.
Las intervenciones familiares son
fundamentales para conseguir una recuperación real. Cada cierto tiempo se citan
a las familias para que acudan al centro. Con algunas familias trabajamos la
sobreprotección, con otras apoyábamos la adaptación a la realidad de la
convivencia con una persona en el proceso de recuperación. También son una
importante fuente de información para confrontar a los pacientes. En múltiples
ocasiones se trabajaban aspectos emocionales y comunicacionales.
Las
intervenciones que se promueven son UN MEDIO para que el usuario alcance el
éxito y no un fin en sí mismas, por lo
que se van introduciendo, combinando y ajustando con intensidad variable en el
momento terapéutico oportuno. Por ello es necesario que los profesionales seamos
flexibles, ricos y creativos en habilidades terapéuticas que se adapten a las
personas.
Uno de los aprendizajes que me llevo de esta experiencia, es la
necesidad y la utilidad de dar información;
descubro su función contenedora. En repetidas ocasiones he percibido que el
informar con claridad y seguridad significaba para las personas como una
especie de puente sobre el que eran capaces de atreverse a seguir caminando.
Otra de las ideas recibidas es que; es al ir contando historias sobre nosotros mismos cómo vamos creando
un sentido de quienes somos, ordenamos lo que nos pasa y podemos ir integrando muestras
experiencias, y así podemos insertar
nuestra experiencia en un marco cultural compartido. Es característico de las
personas con trastorno mental grave el alejamiento parcial de la realidad
compartida, por ello se hace necesario trabajar con las gafas del enfoque
constructivista y en concreto con técnicas narrativas que nos puedan acercar.
Otro
de los aprendizajes que me gustaría destacar es la relación entre la salud y EL
TENER EN CUENTA AL ORTO. Considero que ésta orientación hacia los demás nos
habla de recuperación, muchos de los usuarios se proponían participar en
actividades de voluntariado y se
mostraban agradecidos; pude observar que estas conductas se relacionaban con
mejoría subjetivas y satisfacción vital. Por ello también puede ser utilizada
como herramienta terapéutica. Según León Tolstoi
“el que ayuda a los demás, se ayuda a sí mismo”. Personalmente me gustaría
agradecer la presencia y la influencia de todas las personas con las que me he
cruzado durante esta rotación, he aprendido mucho y ha sido maravilloso
encontrar un escenario dónde el trabajo se hace desde la autenticidad del
corazón… ¡GRACIAS!
Desde hace mucho tiempo he creído que la confianza o la creencia
en algo (aunque a veces puede ser inconsciente o no coincidir con la conducta
explícita) es el mejor índice para pronosticar lo que sucederá; más tarde
conocí que a esto lo llamaban “profecía autocumplida” y que en el caso de la
recuperación de las personas con TMG sabemos que el mejor predictor del grado
de recuperación de una persona es la esperanza o expectativas positivas del
equipo que trabaja con él. En ésta
rotación he experimentado esta realidad y es más, hemos trabajado en ella tanto
con los usuarios y su entorno, como con los propios profesionales.
Considero que es importante que nos preguntemos con
sinceridad ¿Qué es la esperanza
para mí?, ¿Creo en la recuperación?,
¿Qué significa estar recuperado?, ¿Creo que transmito esperanza en mi
quehacer diario?... ¿hasta dónde creo puede llegar una persona?...
mejor hablar de hasta dónde yo puedo llegar, no cortemos las alas del otro porque aún nosotros nos limitamos. He reflexionado y
sigo reflexionando sobre estas cuestiones, aconsejo ver y reflexionar con el
siguiente vídeo (http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=w-sVl1hNxuY).
Creo que no sólo
debemos tener esperanza, también debemos saber que todo lo que nos pasa en la
vida puede ser redefinido como una OPORTUNIDAD PARA EL APRENDIZAJE Y EL
CRECIMIENTO, tal y como dice Ciompi: “La descompensación psicótica aguda es una
grave crisis del desarrollo que puede conducir al fracaso existencial o
construirse como una ocasión de maduración y cambio.” La crisis es una oportunidad
para CONTINUAR con la vida, no debe significar un comienzo, debemos trabajar
para integrarla en la psicobiografía de la persona. Hilar el concierto de
causalidades que se suceden y nos colocan en un presente capaz de abrirnos a la
abundancia.
Tras ésta rotación
refuerzo el enfoque centrado en las fortalezas, en la valoración de la parte
sana, en el trabajo “microscópico”, concienzudo y diario; en el trabajo que se
dirige a la coconstrucción de un sentido vital, coherente e integrado con su propio
sistema de valores; en la terapia centrada en el aquí y ahora que crea los
contextos y experiencias que favorecen el desarrollo de lo que la persona ya
tiene dentro de sí misma: su libertad y responsabilidad de VIVIR su VIDA, su
propio proyecto. Como dice Galileo
Galilei: “No se puede enseñar nada a un hombre, solo se le puede ayudar a
encontrar la respuesta dentro de sí mismo”
Por
otro lado, mi experiencia en el contexto de la terapia grupal con personas
diagnosticadas de un TMG es muy positiva, las personas lo vivencian como un
espacio abierto, se co-construye como un espacio de seguridad, confianza,
socialización, escucha y acompañamiento. Se pretende la expresión personal de
cada persona a través de la palabra, he podido aprender la importancia de
conectar los hechos con las emociones para que la expresión de los pacientes
sea más profunda y auténtica y así estimular el autoconocimiento. Creo que el
autoconocimiento, o al llamado “darse cuenta” es una de las principales llaves
del cambio personal, es especialmente enriquecedor el fenómeno de espejo que en
un grupo puede darse. Se fomenta el autocontrol y el respeto del otro;
consecuencia inevitable de la mejoría; especialmente en los pacientes con TMG
que frecuentemente se repliegan en sí mismos. Es necesario salir del
egocentrismo perceptivo y ver otros puntos de vista.
En
el desarrollo de esta actividad he logrado sentirme cómoda y segura,
manteniendo una actitud de acompañante, evitando los prejuicios y sin ideas
preconcebidas sobre cómo “tiene que” salir el grupo o sobre el material que
“tiene que” ser abordado durante el mismo. La curiosidad y el respeto por las
personas que acuden a él me ha ayudado a abrirme y entusiasmarme con éste tipo
de trabajo. Ha sido importante fijarme en el proceso que se haya detrás del
contenido que los participantes pueden explicitar, ya que trabajando de ese
modo las personas pueden conectar con sus verdaderas necesidades y casi como si
de magia se tratara, el grupo se une y la identificación de unos con otros se potencia,
lo cual hace más fuerte y potente el espacio grupal.
Con
la experiencia uno se da cuenta de la estigmatización que viven las familias; considero
que muchas de las culpas que sienten pueden estar relacionadas con
conceptualizaciones psiquiátricas; desde las “madres esquizofrenógenas” que
nombraba Fromm-Reichman, hasta la “emoción expresada” enunciada por los sistémicos, en parte
encierran a las familias en sentimientos de culpabilidad y reproches que los
profesionales debemos trabajar. En mi experiencia profesional descubro que otra
de las llaves del cambio, junto con el autoconocimiento, es el trabajo con los
otros significativos; sobre todo cuánto más grave es la psicopatología.
Creo
que los profesionales deberíamos vivir con autenticidad nuestra profesión y
sentir las injusticias del sistema como un agravio hacia nuestra labor; por lo
tanto es nuestra misión condenar y cambiar este sistema enfermo, esta sociedad
enferma. Durante mi rotación no ha sido agradable percibir actitudes
discriminatorias, ofensivas y poco profesionales hacia los pacientes. Es
frecuente la utilización de un lenguaje y un formato de relación que nos aleja
de la auténtica relación, que nos aleja de la curación; claro que también nos
aleja del dolor del otro y es por eso que quizás en algunos espacios
supuestamente sanadores, en los que el sufrimiento, se puede respirar; y dónde las
realidades de las historias de vida de los ingresados superan con creces las
películas de terror, aún hoy por hoy los residentes que por allí pasamos,
percibamos que aún queda mucho por andar.
Continúa habiendo un abismo entre el modelo que se procura, que está en
la boca de todos y la asistencia real que se ofrece, además quizás esta
contradicción, o “doble vínculo” como diría Beateson sea aún más perjudicial.
Por
todo ello creo que nuestro trabajo, nuestra responsabilidad, es continuar
denunciando, reflexionando y sembrando con autenticidad el modelo de
recuperación.
En
cuanto a mi experiencia con el Equipo Comunitario Asertivo, quiero decir que es
un placer encontrar recursos de carácter fresco y cercano, que transmiten
esperanza y fe en la recuperación, dónde la mayoría de los profesionales se muestran
cercanos a los usuarios, se trabaja en equipo, con la conciencia de la
necesidad de formación continuada, dónde
se destaca la importancia del vínculo en la curación y la puesta en práctica de
los valores humanistas de aceptación incondicional, empatía, autenticidad y
respeto por el otro.
Para concluir cito las palabras de Shepherd et al., 2008, que definen el trabajo del ámbito de la
recuperación de las personas que conocen el sufrimiento mental grave: “En la
base de la recuperación reside un conjunto
de valores sobre el derecho de un persona
a construir por sí misma una vida con sentido, con o sin la continua presencia
de los síntomas de una enfermedad mental. La recuperación se basa en los
conceptos de autodeterminación y autocontrol. Enfatiza la importancia de la
`esperanza´ para mantener la motivación y apoyar las expectativas de una vida
individual plena”
De todo,
quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de
que había que seguir y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar.
Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída, un paso de danza,
del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda...un encuentro.
Fernando
Pessoa
Entrada realizada por Diana Pastor Cifuentes